martes, 22 de abril de 2008

Tres fotografías: Dos iglesias y una mar.

Mar que te engaña, tranquilidad mentirosa, fuerza. Cielo despejado, una que otra nube imperceptible, con su rumbo perdido. Una curva exponencial de gaviotas, una recta espumosa dibujada (dejémonos de mentiras ¡fotografiada!) sobre un plano con ejes "x", "y" y "z". Espumita braveza deja jugar a esos dos chiquillos, niña y niño y el niño soy yo. ¿Y la niña? Un recuerdo más de la infancia, un tesoro bañista con su piel morena y un vestido de baño enterizo. Unos años después se atravesó en mi camino una iglesia exagerada y grotesca, difícil de describir, muchos detalles minuciosos, bien barroca que era; los angelitos estaban por dentro, su exterior era demoníaco, guardias y más guardias rojos con unas orejas y unas alas puntiagudas. Mi oración estuvo dirigida a Leviatán: -¡Dame un fragmento paradisíaco de aquel mar! No estaba en el Tayrona pero si en Vinaroz, mediterráneo y frío y algas por doquier, la tranquilidad si se consumó ¿Y la chica? Unos días antes mi paradero fue encontrado sobre un pasado misil, una cúpula rota, algo calva, que quedó para la conciencia de una nación. Unas horas antes un idioma inexistente, una frase memorizada y muy mal pronunciada ¡Ij Lívidich! ¿mona o pelirroja? Duración de la cavilación, cero coma uno centésimas de segundo, besó a la alemana oriental.

Diego Felipe García Chishko

No hay comentarios: