Textos de no escritores: otrora

jueves, 29 de mayo de 2008

otrora

La muerte me pregunta
Por la muerte
Y yo le muestro mis ojos

La muerte me pregunta
Por el nombre de la muerte
Y yo le muestro mis labios

Cierra la muerte los ojos
¡Oscuridad en las cosas!

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Cae una semilla del sicómoro
Otra hoja cae con ella,
Dos hojas se devuelven
Un árbol viene con ellas

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Otra voz me habla
Me dice que le soy cierto

No mueve los ojos
Ni los labios

No me escucha…
Sólo mueve el espejo
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La gente huye
El árbol cae

Nada todavía ha pasado
Nada todavía hay por suceder

Aquí nos quedamos
El árbol y yo

En algún olvido

Ricardo Andrés Pabón
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Trilogía (Escrito, crítica al escrito, reportaje periodístico)

El misterio de “La Peña”

Gerardo de la Peña, era un hombre bastante peculiar, pues siempre buscaba las modas más extrañas para vestirse y así llamar la atención de todos. Si las personas de San Juan, el lugar donde vivía, vestían convencionalmente, él exploraba las modas más extrañas como tener una bota del pantalón de un color y la otra de otro; además de eso encontraba en lugares desconocidos gafas oscuras de diferentes formas, seguramente para ocultar su vulnerabilidad tras este accesorio. Caminaba con la cabeza en alto y siempre que veía a una persona le sonreía, y para la sorpresa de los demás, tenía un diamante en sus dos dientes delanteros.
Un día, como cualquier otro, la gente no volvió a ver a Gerardo, y el rumor empezó a correr por el pueblo, decían que probablemente se lo habían llevado a un sanatorio, o que a lo mejor había hecho su sueño realidad de irse a vivir en medio del desierto del Sahara. Todas las personas decían cosas diferentes de acuerdo con la opinión que tenían de este buen hombre, pero lo que ellos ignoraban es que Gerardo se había encaminado hacia el viaje más importante de su vida.
Gerardo desde pequeño se había preguntado por su padre, por su historia; y le preguntaba una y mil veces a su madre, la cual siempre le respondía con evasivas y por esta razón nunca pudo saberlo; sólo sabia que su padre era de un sitio llamado “La Peña”, así que teniendo la edad y el dinero suficiente, decidió partir hacia este pueblo para poner fin al misterio que lo llenaba de preguntas todos los días de su vida.
Cuando Gerardo llegó a la Peña, lo hizo de manera incógnita, es decir, decidió vestirse como todos las demás personas, para no causar desconfianza.
Se hospedó en la casa de una buena señora, con cara amable, que vivía sólo con su mascota, y que tenía por tradición “dar posada al peregrino” porque así lo aconsejaba la santa Madre Iglesia.

Gerardo no tocó el tema de su padre en las primeras semanas, pero pasado un tiempo, decidió hacerlo de manera indirecta, así que contrató a un muchacho del pueblo, al cuál había conocido en el billar al que iba en las tardes para pasar el tiempo y pensar mientras jugaba; el muchacho se llamaba Hugo, era delgado, su apariencia era casi de desnutrición, muy inteligente y ambicioso en los negocios que le proponían, así que no dudó en aceptar la propuesta de Gerardo.

Empezaron por averiguar cómo se llamaba su padre, así que entre una y otra cerveza, le sacaban información a los viejos del pueblo de los novios que había tenido Graciela, la madre de Gerardo y se llevaron una gran sorpresa al encontrar una larga lista que al final no sabían si era verdadera, pues un borracho dice la verdad, pero también dice muchas incoherencias, decía Hugo.

Al terminar de organizar la lista de los supuestos novios de la buena Graciela, empezaron a descartar uno a uno, simulando censos, o promoción de productos; y es que esta tarea era muy difícil, ya que Gerardo tenía el apellido de su madre que era Fuentes, pero él en su rebeldía se hacía llamar Gerardo de la Peña, porque sabía que de allí era su progenitor, y por consiguiente le correspondía su apellido, pero nunca llegó a saber exactamente su nombre.

Pasado otro mes, y muy desanimados, se sentaron en la sala de la señora que lo había acogido, a hacer un nuevo proyecto, pues el anterior les había fallado y no habían podido averiguar nada acerca del padre de Gerardo.
La buena señora los atendía mientras escuchaba atenta la historia de su huésped.
De un momento a otro se alejó y sonó un portazo; cuando Gerardo y Hugo se dieron cuenta de que algo no andaba bien subieron a averiguar que pasaba con la buena señora, pero ella se negaba a abrir. Pasados algunos minutos abrió la puerta, sus ojos estaban llenos de lágrimas y tenía una foto en la mano, y Gerardo sintió que sus piernas flaqueaban al identificar en la foto a un hombre con sus mismas facciones.
-Es mi hijo!, dijo la buena señora con los ojos llenos de lágrimas y abrazó a Gerardo con todas sus fuerzas, ese abrazo que había anhelado por años, desde que supo que su hijo había tenido un hijo y que Graciela Fuentes había desaparecido para siempre.
Desde aquél momento Gerardo vivió con su abuela, quien a diario le contaba historias acerca de su padre y su familia. El muchacho encontró lo que quería, un pasado y alguien que le diera mayor identidad a su vida haciéndolo sentir parte de una familia.
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Crítica al cuento “El misterio de la Peña”

Después de haber leído detenidamente el ensayo escrito por la señorita Sandra García, me he dado cuenta que las personas que van a la Universidad no tienen necesariamente las pautas para crear un escrito de buena calidad.

He observado falta de conexión entre ideas que a la larga podría afirmar, que como todo estudiante, esta señorita hizo el cuento a última hora y por esta razón no reparó en detalles ortográficos ni en revisar la redacción.

La historia es algo interesante aunque para mi gusto desarrolla la misma temática de las novelas rosa que vende el mercado mexicano y que no ofrece nada nuevo a nuestros ojos, que están sedientos de escritos que lleven nuestra mente y nuestra imaginación a nuevos espacios.

Los personajes tienen una buena descripción aunque pudo haber utilizado más recursos, más detalles que hubieran hecho entrar al lector en una lectura amena y no cuadriculada y aburrida, además para mí no es suficiente cuando se refiere a la abuela del muchacho como la “buena mujer”, es necesario que le de un nombre al personaje, y más que termina siendo una de las personas más importantes en la vida del protagonista.

Aunque la historia entra en detalles, le hace falta un poco más de acción, porque es un cuento muy plano el cuál no tiene un momento importante que atrape totalmente la atención del lector.

Finalmente aclaro que en medio de todos sus errores me parece un buen escrito, estimo mucho esta señorita, la conocí hace varios años y siento que tiene mucho talento para la escritura aunque se note que hasta ahora está empezando.

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CUNDINAMARCA/ASESINATO ORIGINAL

Muchacha enloquecida mata a crítico literario

En el centro de Bogotá se presentó el asesinato quizás más creativo de la historia.
La ira de una muchacha, que había puesto todo su empeño en un cuento para una clase de literatura, terminó en el asesinato de uno de los escritores más respetados de Colombia, el famoso Juanito Vásquez.

Las personas que atestiguan el hecho narran que la tarde del 31 de Mayo, la muchacha salió muy bien arreglada del apartamento en el cual vive desde hace 6 años, por esta razón, Mari, la portera, se atreve a afirmar que ella tenía un romance con Juanito, ya que en varias ocasiones le había avisado que se iba a ver con él y salía con sus mejores trajes y la mejor fragancia.

La muchacha enfurecida, luego de haber leído varias veces la crítica que le había hecho Juanito a su cuento titulado “El misterio de la Peña” llegó al apartamento del famoso escritor y después de seducirlo, buscó el lápiz con el que él había escrito su crítica y después de clavárselo en el corazón, escribió sobre su piel nuevamente el cuento que había redactado.

Las autoridades encontraron este escalofriante tatuaje en el cuerpo del escritor minutos más tarde, después de que Sandra abandonara el país con pasaporte e identidad falsa.

Es un crimen histórico ya que nunca había tenido el asesino tanta creatividad para vengarse de su enemigo, y quedará grabado en la mente especialmente de nosotros, personas que nos ganamos la vida escribiendo, y a los cuales cada vez que tengamos un lápiz en nuestras manos, se nos ocurrirá la oscura idea de sentir este objeto grabando cada una de nuestras palabras sobre nuestra piel.

Sandra J. García Pinilla.
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