jueves, 29 de mayo de 2008

Puntos suspensivos


Luz María Comas, una mujer que no supo poner punto final a sus excesos. Enamorada del lujo, manicurista de profesión, con un diamante en la mano derecha que consiguió a un precio risible por unos atracadores de finas joyerías y bancos. Una piedra que contrastaba con la vasija de barro en la cual se mojaban manos estrato tres llenas de circones y baratijas.

Siete años mayor que su marido Rodolfo Leal, un guajiro que perdió el honor de llevar su apellido por complacer a Luzma, que llegó a robar a su propia familia para mantener las apariencias.

Pequeña, robusta, con el cabello teñido de rojo, vestida a la moda con trajes solferinos y con un gusto impecable orientado a su obsesión por los cristales y las cerámicas chinas. Olorosa a Chanel, su redondo rostro adornado con un lunar vecino a la boca, acomodado con el fin de seducir a comerciantes propietarios de compraventas y vendedores ambulantes, cuando no había dinero para comer, pero sí para el jarrón Tiffany de la vitrina de Puyana, el más prestigioso almacén de loza española.

Sin hijos, “los niños gastan mucha plata”, un perro le salía más barato por lo que compró a Gema, una pincher negra que sólo se alimenta de salmón a las hierbas finas. Padeció fiebre de tifoidea a los tres años por lo que perdió el oído, luego las cataratas la obligaron a realizarse dos transplantes de cornea que sus ojos rechazaron, sus iris negros se transformaron en grises. Sufrió seis infartos cardíacos de los que se repuso, pero los gatos sólo tienen siete vidas. Murió una tarde de abril, cuando unos asaltadores entraron a su lujosa casa ubicada en un barrio estrato 1, le pidieron el anillo y ella respondió que prefería morir antes de quietarse la joya. Falleció a trancazos, pero con el diamante en el angular, ya que le quedaba tan justo que ni siquiera a jabón y a cuchillo se lo pudieron arrancar.

Hoy yace en el cementerio Calan-calan, ubicado en Barraqnuilla, donde raponeros buscan la tumba para robar el diamante que misteriosamente no pueden desprender del esqueleto.

Ensayo

“La muerte es la victoria de la progenie humana”. Hubiera sido injusto que Luz María Comas terminara su vida sin un punto final decisivo, que la señora de Leal no fuera firme a sus convicciones de vida. Por qué morir por el corazón, Dios o el diablo le permitió fallecer por lo que ella más valoraba, su diamante. Morir por la vista sólo si esta le permitía saciarse de lujos y que en realidad se entristecía cuando observaba aquel barrio pobre que enmarcaba su vivienda estrato seis. Luz murió como la heroína de la ambición, por una buena causa, por su razón de existir, por el ornamento de su cuerpo, por su felicidad, por lo único que la acercaba a una dama del Country Club, por su anillo.

Un cuento irreal, pero cercano a la realidad de muchos, que dejan de comer para vestirse. Para resaltar de esta obra de Natalia Aldana: un sabio e inverosímil final.

Noticia para un diario sensacionalista:

“Ni muerta aflojo mi anillo”

El cadáver de Luz María Comas fue encontrado el miércoles pasado con cinco impactos de bala, múltiples heridas de arma blanca, pero con un anillo de diamantes intacto en el angular derecho. Los homicidas robaron porcelanas europeas avaluadas en siete millones de pesos, pero no lograron arrebatarle la joya a la anciana.

Todos los días Luz María Comas cerraba su puerta con siete cerrojos para evitar los atracos de sus vecinos a quienes llamaba envidiosos, aquella tarde se encontraba haciéndole el manicure a su perra, cuando llegaron los amigos de lo ajeno. Su cuerpo fue hallado en el baño de la casa donde con agua, jabón y cuchillo pretendieron quitarle la joya que nunca se desprendió del cadáver.

Por: Natalia Aldana

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