jueves, 29 de mayo de 2008

Tributo a los indios indios

Pobre el indio quien aunque siendo indio no reconoce su indiada. Pobre el indio ingenuo quien deambula con pasos de gelatina creyendo caminar por el concreto. Desde momentos de antaño, cuando la genética ya existía pero aún no había sido bautizada, la naturaleza labró, con su mazo implacable, el destino de las razas humanas, ignorando que el cerebro que ella misma había creado trataría de opacarla con su torpe astucia.
Y es que el indio de las Américas es indio aunque sea por accidente. Todo consecuencia del afán de un Colón precoz y presuroso que trató de hablar de lo que no sabía arguyendo ilustración, tal vez tratando de descrestar a los presos, de cabezas de boyante ignorancia, navegantes de sus carabelas y utilizados como conejillos de indias, unas indias quienes no eran las esposas de esos que los europeos nombraron indios por creerlos habitantes de la India.
Pero la culpa no la tiene Colón así su conclusión haya sido precipitada. Si no conocía de otro lugar diferente al de las tierras europeas y a la misteriosa India, pues fue normal que después de navegar por un largo trecho y un no menos extenso periodo de tiempo, creyera llegar al país del Asia. Como cuando un habitante de la ciénaga llama al mar “el río grande”.
No eran indios de la India, eran indios de las Américas, indios al fin y al cabo. Sin embargo, y como si fuera poco, una vez se normalizó su apelativo, la gente de Bogotá volvió a darle una nueva semántica a su indiada. Lo llamado indio se convirtió en algo ancestralmente patético, una carga que la gente, sutil e indirectamente autoproclamada pura, debía llevar a cuestas. Como si todo lo que tuviera que ver con los indios recordara un estado de indiada detestable que se creía superado.
En ese sentido, hay que ser muy indio para tildar de indio a alguien, porque ese alguien es un indio igual de indio al que acusa con su dedo índice firme y sentencioso. Todo por una sencilla razón: si, en general, toda la población de Centro América y Sur América es descendiente de los indios, ¿cuál es la diferencia que lleva a discriminar a la gente entre indios y no indios?
Es miserable el indio que no se reconoce como tal y cree que la idiosincrasia india americana, que a fin de cuentas fue y sigue siendo su propia idiosincrasia, es digna de los más abyectos calificativos. Con ese pensamiento errado se llega a creer que un indio vestido de gala no es indio, como si lo es otro indio de menor rimbombancia que viste de algodón desgastado y de colorido guayabero.
Bastante ya atacaron los españoles a la indiada desde años remotos para que en la contemporaneidad, indios que se creen de más curtido linaje, continúen carcomiendo el nombre de los hoy escasos indios puros, de aquellos de padres igualmente puros.
Es afortunado el indio puro al tener el poder de emitir juicios sobre gente que es india pero no completamente, gracias a que un inmiscuido eslabón de su árbol genealógico pertenece a otra ascendencia. Mientras tanto, los indios negados e inquisidores tratan de blindar, vanamente, su rabo de paja.

Por: Diego Alejandro Alarcón R.

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